Vamos a contar hoy una excursión
que hicimos a mediados de noviembre a Guadalajara, en los límites con la
provincia de Madrid; la idea era ver la conocida como “pequeña Ciudad Encantada”
que se encuentra en el pequeño pueblo de Tamajón y luego visitar en Retiendas
las ruinas del monasterio de Bonaval y el pantano de El Vado; sin embargo, las
cosas no salieron como esperábamos aunque el resultado fue altamente positivo.
El tiempo amenazaba lluvia, por
lo que nuestra excursión corría serio peligro de pasarse por agua, sin embargo
tuvimos suerte y la lluvia se portó bastante bien con nosotros, ya que sólo
empezó a llover cuando habíamos regresado al punto de origen.
Llegando ya a las cercanías de Almiruete, nos encontramos con el cementerio una casa en ruinas junto al mismo; curiosa casa, con una placa que daba noticias de sus últimos dueños y cuyo estado demostraba que sus descendientes, si los hubo, no consideraron mantener esa propiedad al menos en un estado aceptable, nos entró la duda de si era casa o panteón dada su cercanía al cementerio y lo diminuto de las ventanas, como podéis observar en una de las fotos, y lo historiado de la puerta con su arco de potentes piedras que contrastaban con lo rústico del resto de la construcción.
Tras pasar un rato mirando la ruinosa construcción y dado que los silenciosos habitantes del solar de al lado no iban a sacarnos de dudas, decidimos dirigirnos a Almiruete donde hicimos entrada pocos minutos después , buscando un bar o similar donde descansar antes de emprender el camino de vuelta a Tamajón donde estaba nuestro coche...y nuestra comida. Sin embargo Almiruete debe ser de los escasos pueblos de España que no cuenta con un bar, bodega, taberna o similar; afortunadamente dimos por pura casualidad con una persona muy amable que nos abrió la puerta de su casa y nos permitió visitarla y nos contó cosas curiosas y detalles del pueblo; no sólo eso, Manuel, que así se llama, nos dio a conocer una pequeña maravilla de Almiruete: El Chorreón, una caída de agua en un lugar cercano al pueblo yendo montaña arriba.
El caso es que tras un agradable paseo, llegamos a El Chorreón,la verdad es que la peqeña cascada merece la pena; es una maravilla en miniatura y un regalo para la vista y para los oidos; allí pasamos un ratito disfrutando del lugar y haciendo fotos, tras lo cual emprendimos el camino de vuelta a Almiruete disfrutando de la vista desde lo alto del sendero.
Manuel nos condujo de vuelta al pueblo y nos despedimos de él en la entrada del pueblo, donde comenzaba la pista que nos llevaba de vuelta a Tamajón con el compromiso de seguir en contacto y volver a vernos.
Así que empezamos a desandar lo andado camino de la ermita de Tamajón, con las nubes agarradas a las montañas que no hacían presagiar nada bueno. Tras un ratito de caminata, llegamos a la ermita y almorzamos mientras el celo se oscurecía cada vez más pero tuvimos mucha suerte porque comenzó a llover a mares nada más terminar de comer, lo que nos obligó a meternos en el cochae a toda prisa y buscar un sitio donde tomarnos un café mienstras escampaba. Tras el café y una charleta en un ruidoso bar de Tamajón, iniciamos el regreso a Madrid, con el cielo despejado porque el chaparrón había hecho desaparecer por completo las nubes.
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