Decidí aprovechar la mañana del 2 de mayo, fiesta en Madrid, para subir al Alto del León y hacer una excursión por el camino forestal que, desde la cumbre del puerto, lleva a El Escorial.
La idea era ir en coche e ir parando en los lugares más destacados… lo que no sabía era el estado deleznable de la carretera después de las lluvias invernales; la primavera pasada estaba en un estado aceptable pero ahora es altamente desaconsejable si no se va a pie o se tiene un todoterreno o similar; de todas formas, el recorrido merece la pena, especialmente en primavera como atestiguan las fotos que acompañan esta entrada.
Llegamos al Alto del León desde Guadarrama y allí giramos a la izquierda para coger el camino forestal que está señalizado, en cualquier caso, deberemos dejar el restaurante a nuestra izquierda. Nada más meternos en el camino podremos ver a nuestra izquierda los restos de un refugio de hormigón de la Guerra Civil, el primero de los muchos que salpican esta zona, no olvidemos que estamos en un lugar donde se dieron algunos de los combates más encarnizados al comienzo del conflicto y que fue la divisoria entre los dos ejércitos enfrentados; pasamos por delante de las instalaciones del ejército unas grandes antenas de comunicaciones, se supone que con gente allí porque coches se ven pero no hay ni rastro de un ser vivo allí. Otra cosa llamativa son las numerosas cruces que jalonan el camino, todas a la derecha según caminamos, algunas derribadas, algunas aún en pie y todas ellas recuerdan una miniatura de la del Valle de los Caídos.
Seguimos camino y llegamos, tras una revuelta a lo alto de una loma despejada, la Loma del Requeté, aunque casi nadie la conoce por ese nombre, donde nos saludan los restos de una torre de vigilancia forestal y su caseta, usada como refugio de montaña, y otra cruz, derribada, la más grande y última de todas las que hay en la zona, con una pequeña escalinata de acceso y una especie de altar tras el que se alzaba la cruz que hoy yace en el suelo, rendida ante la inmensa cruz del Valle de los Caídos, que se alza en la distancia. Merece la pena parar aquí y contemplar el paisaje, especialmente si el día está despejado, se pude ver prácticamente hasta Madrid, así como el pantano de Valmayor, el de La Jarosa, bastante cerca, así como el Puerto de Navacerrada y Siete Picos. Este es un punto donde los aficionados al todoterreno suelen parar a “tomar un piscolabis” y disfrutar de la vista, aprovechando los restos de la cruz como mesa improvisada.
Retomamos el camino y, tras una ligera bajada, seguimos ascendiendo hasta llegar al Collado de la Cierva o de La Mina, como lo identifica en la placa que hay en la pista, este último nombre viene por las minas de wolframio que hay en los alrededores, una a cielo abierto, a la derecha del camino y otra bajando por el lado izquierdo de la pista; un poco más adelante nos espera un paso canadiense (ojo el que no lleve un todoterreno porque no está en muy buen estado)y allí, donde la carretera comienza a descender, podremos dejar el coche en una pequeña explanada a la derecha del camino. Desde ahí tenemos dos posibilidades: ascender hacia la derecha, a Cabeza Líjar o coger el camino de la izquierda y llegar hasta La Salamanca. Nosotros decidimos hacer las dos cosas, por orden claro, primero una y luego la otra.
En primer lugar emprendemos la ascensión a Cabeza Líjar; hace años el camino estaba señalizado por una barandilla de madera que hacía más llevadera la subida; la barandilla ha pasado a mejor vida hace tiempo; a pesar de eso recomiendo a todo el mundo que suba, la vista merece muchísimo la pena y si no, a las fotos me remito. Una vez arriba nos espera un refugio de hormigón, recuerdo de la Guerra Civil, otro más, pero éste es especial, está situado a 1821 metros de altura, se le ha construido un mirador circular sobre su techo, la vista que nos aguarda es espectacular: La Jarosa, Valmayor, el Valle de los Caidos; si nos damos la vuelta vemos San Rafael, El Espinar, la Estación de El Espinar y a lo lejos, Los Ángeles de San Rafael, La Mujer Muerta, Montón de Trigo, Siete Picos, Guarramillas… y la larga herida de la A6 saliendo de entre las montañas y perdiéndose en la llanura castellana rumbo a la lejana Galicia. Como curiosidad, en ese punto estamos en la divisoria entre las provincias de Madrid, Segovia y Ávila.
Enfrente de Cabeza Líjar, a la derecha según miramos hacia el Valle de Los Caídos, tenemos la cima de La Salamanca, de más 1700 metros de altura, en lo alto quedan los restos de otro refugio de montaña; durante la Guerra Civil, el Ejército Republicano se hizo fuerte en esta cima después que los rebeldes los desalojaran de Cabeza Líjar y desde allí intentaron varias veces reconquistar ésta última sin conseguirlo, resulta curioso porque están bastante cerca la una de la otra, de hecho es una caminata no muy larga y bastante asequible. El caso es que después de un una serie de fotos desde Cabeza Líjar decidí deshacer el camino y bajar para encaminarme a La Salamanca, a cuya cumbre llegué poco después; las vistas no son tan espectaculares como las del otro monte pero en ningún modo podemos irnos sin verlas; destaca el sendero que desde allí lleva hasta El Abantos. Los que deseen ir a El Escorial pueden seguir por este camino y llegarán recorriendo un paisaje verdaderamente hermoso, aunque si vas en coche, sólo hay una manera de seguir, que fue lo que hice yo poco después aunque me costaba empezar el descenso y perderme las vistas pero el tiempo apremiaba y bajé rápidamente al lugar donde había dejado mi coche; tras unas frutas y un trago de agua, empecé a bajar el collado en dirección a El Escorial.
La carretera va paralela al arroyo Hornillos y serpentea entre pinos y praderas realmente agradables para pasar el día; vamos pasando al pie del Collado Polanco y La Carrasqueta; la carretera es en tramos aceptable y en otros hay que tener mucho cuidado pero, en cualquier caso, es una oportunidad para contemplar el paisaje con calma, especialmente los innumerables riachuelos y arroyos que flanquean la pista e incluso llegan a invadirla en algunos tramos hasta el punto que se hace difícil transitar por ella ya cerca de El Escorial junto al embalse de El Tobar y el puerto de Malagón; a partir de ahí empieza el descenso hacia El Escorial, que hay que llevar a cabo con cuidado porque la carretera no está para alegrías pero, nos espera un última sorpresa antes de cerrar el recorrido y es la vista del monasterio desde un mirador… bueno, para los que quieran verlo bien, más que desde el mirador, les recomiendo trepar a las rocas que hay al otro lado de la carretera y les encantará, seguro.
Bueno y con eso terminamos por hoy, el próximo día, más.
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