Voy a desempolvar hoy una excursión hecha hace dos otoños ya, pero de la que el relato se quedó a medio hacer durante bastantes meses, hasta ahora que, como los músicos que conservan maquetas hasta que deciden terminarlas, he decidido acabarlo y colgarlo al fin.
Luminosa mañana de sábado para acercarnos a Valverde de los Arroyos y lanzarnos a la conquista del Ocejón, el pico más alto en bastantes kilómetros a la redonda, la típica montaña que todos hemos dibujado de niños, cónica y de amplia base; por eso mismo parece fácil de ascender, pero... las apariencias engañan, estamos ante una subida que prueba las piernas de los más avezados caminantes y andarines y que puede hacer que los menos constantes o acostumbrados a las rutas, vericuetos y senderos, decidan abandonar tan abrumadora subida.
Para llegar a Valverde de los Arroyos desde Madrid hemos optado por coger la R2 hasta la salida 54 que nos conduce a la CM101, que seguiremos hasta las cercanías de Humanes, donde tomaremos la GU004,por la que proseguiremos hasta llegar al desvío que nos conduce a la GU186 que seguiremos un poco menos de un KM hasta llegar al desvío de la GU211, que ya seguiremos hasta nuestra llegada a Valverde de los Arroyos, donde conviene llegar no muy tarde porque el aparcamiento es limitado.
Estamos ante un pueblo típico de los llamados de arquitectura negra, por sus característicos tejados de pizarra. El pueblo está lleno de excursionistas que vienen en su mayor parte a ver la cascada de Despañalagua que nosotros, bravos entre los bravos, o locos entre los locos, no se sabe, dejamos para el final como guinda del pastel que es la subida al Himalaya alcarreño.
El trayecto está muy bien señalizado y no hay pérdida posible.La subida es bastante llevadera en su primer tramo, compartido con el camino que lleva a la cascada, estamos ante un sendero, estrecho que discurre entre zonas despejadas y otras con bastante sombra y algunos arroyos que contributen a refrescar el ambiente y a hacer más amena la subida. Este sendero está muy transitado hasta llegar al desvío que lleva a Despeñalagua, padres con niños pequeños, incluso algunos cochecitos de niño; las neveras de camping y los comentarios sobre pimientos asados y tortillas también son frecuentes. Todo eso desaparece, se pierde en el sendero que a unos dos kilómetros de Valverde de los Arroyos se bifurca a la izquierda con rumbo a la cascada; a partir de ahí, el silencio sólo es interrumpido por el sonido de las hojas movidas por el viento y el gorgoteo de los arroyos que vamos cruzando camino de nuestra meta, más el cruce con algunos grupos de madrugadores que ya van de bajada después de gozar de las primeras luces del día desde tan privilegiada atalaya y algunos presurosos que suben como si les fueran a cerrar el sendero de un momento a otro.
Tan bucólico paseo acaba de forma abrupta tras cruzar un arroyo, pasado el cual, el sendero gira violentamente a la derecha y podemos contemplar una rampa larguíiiiiiiiiiiiiiiiiisima, completamente descubierta, sin apenas árboles, lo que nos indica que hemos ascendido bastante ya porque estamos en una zona en la que la vegetación ya es la típica de tundra: vegetación baja y muy resistente, la única que puede hacer frente a las temperaturas extremas del invierno alcarreño sin resultar abrasada. aquí es donde empieza la parte dura de la jornada; desde donde iniciamos la ascensión podemos ver distintos grupos de senderistas que van subiendo cada vez más trabajosamente la cuesta que también se va cobrando su peaje en forma de excursionistas que se van quedando rezagados con respecto a sus compañeros, algunos más que caminan con paso dudoso quizá producto de un exceso de confianza en el tramo inicial y otros que, tras reponer fuerzas reemprenden el camino, algunos de nuevo el ascenso y otros, los más conformistas, hacia el punto de partida, no saben lo que se pierden.
Tuvimos que hacer un alto a media ascensión de esta primera rampa para poder reemprender la subida tras un trago de nuestro termo de colacao y repuestas las fuerzas para afrontar esta exigente subida, sin duda una de las más duras que hemos hecho hasta ahora, agravada por el hecho de que la cima se ve desde muy pronto y parece no acercarse nunca pero todo llega con un poco de paciencia y confianza.
Al final de esta larga rampa, el sendero gira a la izquierda y apunta directamente a la cima; esta parte final es aún más dura que la anterior porque la rampa se acentúa y las fuerzas van faltando, tanto que nos vemos obligados a hacer un segundo alto y a preguntarnos si seríamos nosotros de los que inician el camino de descenso sin llegar a contemplar la Alcarria desde las alturas y mirando de tú a tú a los buitres... a los que vuelan bajo claro. Al final reemprendemos la ascensión, con paso cansino, eso sí, pero contínuo y ya sin parar hasta llegar a un tramo de escaleras talladas en roca que nos llevan a una primera cima,por debajo de la principal y desde la que la vista es ya increíble y nos permite imaginarnos lo que podremos disfrutar una vez hayamos coronado la cima que ya podemos ver claramente. la rampa se incrementa pero ahora el sendero serpentea y la subida al no ser tan directa permite hacerla de forma más llevadera o menos mortificante porque a esas alturas uno ya no estaba para muchas alegrías.
Y, por fin, tras un último arreón, allí estábamos, lo habíamos conseguido. Habíamos coronado el Ocejón y la vista era espectacular, lo suficiente para dejar atrás el cansancio y penurias de la subida. desde allí podíamos ver todos los pueblos de los alrededores y todos los los ríos y embalses como si estuviéramos contemplando una maqueta. El día, excepcionalmente claro, nos permitía ver kilómetros y kilómetros hasta donde nuestra vista, algo mermada en algún caso (el mío), se perdía. al tratarse de una montaña aislada, no hay ninguna de sus características que esté cerca, la sensación de altura y de dominio del entorno es mucho mayor que en otras cumbres más altas pero más acompañadas también.
La cumbre se encontraba bastante concurrida, es que una vez que has llegado allí, cuesta bajar porque hay que rentabilizar al máximo el esfuerzo realizado y hacerse fotos en los mejores sitios cuesta bastante, sobre todo en el vértice geodésico, la esquina de un mapa, el lugar más disputado para hacerse fotos, donde casi hay que sacar número para poder ir.
Al final, tras una serie de fotos a cual mejor, juzgad vosotros, emprendimos el camino de descenso para dirigirnos a Despeñalagua; desandar el camino no tiene más misterio que no dejarse llevar demasiado ahora por la pendiente porque las piernas están cansadas y podemos terminar rodando ladera abajo. La bajada se ve favorecida por la tarde, que va avanzando poco a poco y va suavizando más la temperatura, lo que viene muy bien a los baqueteados montañeros que emprendemos el camino con paso calmo pero alegre.
Al cabo de algo menos de una hora llegamos al desvío que nos conduce a Despeñalagua. Se trata de un camino de escasa dificultad aunque muy transitado tanto por senderistas como por gente que lo recorre con sus mejores galas domingueras con resultados previsibles en algunos casos. El agua está muy presente a lo largo de todo el recorrido ya que son varios los cursos de agua que hay que vadear o salvar aunque sean apenas arroyos. El camino se adentra en un valle estrecho y hundido entre las montañas que lo rodean hasta que llegamos a una pared de granito que cierra el camino y sólo permite salir por la ruta que hemos traído. Desde lo más alto las cascada cae golpeando en varios puntos la pared y haciendo que el agua trace formas caprichosas antes de caer en una poza desde la que sigue discurriendo hacia la salida del valle después de rebosar los bordes de la misma. El lugar está muy concurrido y es bastante difícil poder hacer fotos en condiciones pero, ya se sabe, es todo cuestión de esperar el momento oportuno, que, aunque tarda un poco en llegar, nos permite hacer algunas instantáneas bastante buenas.
Al cabo de un rato y, una vez hemos descansado un poco, nos ponemos en marcha hacia el pueblo para coger nuestro coche y poner rumbo a Madrid, donde llegamos con bastante cansancio en las piernas pero muy satisfechos porque habíamos ascendido (y bajado) una de las cumbres más destacadas del Sistema Central.
Hasta otra.