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lunes, 18 de noviembre de 2013

Recópolis y alrededores entre tormenta y tormenta


Ver Madrid_Zorita_Canes en un mapa más grande


Excursión otoñal a Guadalajara para recorrer Zorita de los Canes, Almonacid de Zorita y el salto de Bolarque; el día se presentaba inestable y, como veremos tuvo sus consecuencias, tanto fotográficas como en el transcurrir de la excursión.
Debido a una confusión del conductor entre la derecha y la izquierda, no fuimos por la ruta que teníamos pensada en un principio, por la A2 sino que terminamos yendo por la A3 hasta Arganda y de ahí tomamos primero la M300 en dirección a Campo Real - Loeches y Alcalá de Henares para un poco más adelante tomar la M 209 hasta Villar del Olmo, donde tomamos la M204 hasta encontrar el desvío de la M215, que se transforma en la CM236 cuando alcanzamos la provincia de Guadalajara y luego la CM2001 que nos lleva hasta nuestro objetivo; fue un poco lioso pero nos permitió pasar por algunos pueblos de los confines de Madrid y Guadalajara, entre ellos Yebra donde hicimos una breve parada antes de seguir hacia nuestro destino central, Zorita de los Canes.
Una vez en Zorita, primero nos dirigimos a la plaza, que es una zona abierta entre el ayuntamiento y el río, con dos edificios junto a éste cerrándole parcialmente la vista. Como vimos que la oficina de información no estaba abierta, volvimos al coche y desandamos parte del camino para ir a Recópolis; se trata de una ciudad visigoda, construida en una colina y que recibió su nombre en honor a Recaredo, hijo del rey Leovigildo, que fue quien ordenó la construcción. La ciudad se encuentra en fase de excavación; lo más que queda a primera vista es una ruinosa ermita; gran parte del recinto está también a la vista pero sólo hasta una altura que permite ver la distribución de las viviendas y calles pero no hay ninguna casa que se encuentre entera. Desde las ruinas podemos ver el Tajo y el acusado meandro que hace a su paso por Zorita y las nubes que se van arracimando más allá de la llanura y no presagian nada bueno; hacia el Sur y Suroeste se abren los valles que llevan hacia Levante y se extienden en una llanura enmarcada en lejanos montes sobre los que también se ciernen nubes de lluvia.

 

Hicimos un recorrido, partiendo desde el Centro de Interpretación, por el recinto de Recópolis que nos llevó no mucho rato pero sí una buena tacada de fotos porque aunque las dimensiones son reducidas, tiene bastantes cosas interesantes y las  vistas desde la posición dominante en la que se hallan los restos de la ciudad son espectaculares.
Al cabo de un rato volvimos al centro de Interpretación, donde habíamos dejado el coche y, tras un colacao reparador (¡empieza la temporada de Colacao!) porque el día era desapacible, estuvimos pidiendo información en el Centro de Interpretación y allí nos hablaron de la ruta que lleva por el acantilado desde Recópolis hasta el castillo de Zorita, que decidimos hacer, dado que no era muy larga ni trabajosa, dejando el coche en el Centro de Interpretación para hacer el camino de ida y vuelta. El recorrido es altamente recomendable y no presenta ninguna dificultad; las vistas de Recópolis según nos alejamos y del castillo según nos acercamos, son estupendas, por no hablar de las vistas del río y la llanura más allá de éste hasta las colinas que la cierran.
 

 










Las nubes iban oscureciéndose y aquello no auguraba nada bueno,  de hecho, nuestra llegada al castillo coincidió con el comienzo de un chaparrón que trastocó los planes, aunque la cosa no fue nada mal, como veremos. El caso es que tuve que volver a buscar el coche para, en un rápido cambio de planes, dirigirnos a Almonacid de Zorita por la carretera que sale desde el castillo y que nos llevó hasta dicha localidad, pasando por las cercanías de la central nuclear y de su poblado.
De momento no paramos en Almonacid, sino que lo dejamos de lado para seguir hacia el Club Náutico, aunque pueda sonar raro en medio de Guadalajara; sin embargo nos hallamos en una zona donde abundan los pantanos; estamos muy cerca del Salto de Bolarque, donde se ubica el mencionado club, y también tenemos muy cerca los pantanos de Entrepeñas y Buendía, gigantescos embalses nacidos con motivo del trasvase Tajo-Segura. Sin embargo, una vez más cambiamos de planes sobre la marcha, dado que, para llegar a nuestro destino había que subir y bajar la Sierra de Altomira y, al llegar a lo alto, decidimos que merecía la pena parar allí a comer: el lugar estaba bastante alto y nos ofrecía una vista dominante sobre la llanura  circundante; había posibilidad de dar subir un poco más a pie para mejorar la vista y había una especie de aparcamiento y mesas junto a una moderna ermita dedicada a la Virgen de la Luz; así que dejamos nuestro vehículo en el aparcamiento y decidimos hacer una incursión monte arriba hasta poder obtener una buena vista de la comarca y, la verdad, es que no resultamos defraudados dado que podíamos ver todo nuestro recorrido hasta ese momento como si miráramos una maqueta, en el centro de la cual se colocaba la central nuclear. Tras la comida, nos acercamos hasta la ermita, cerrada lógicamente pero que era posible ver desde un ventanuco practicado en la puerta principal y que nos permitió contemplar la imagen de la Virgen, iluminada por un lucernario oculto a nuestra vista.


A continuación bajamos hasta Almonacid de Zorita para tomar café y callejear un poco; se trata de una villa que, fuera de la época estival, no llega a los 1000 habitantes pero que, al llegar la primavera y, sobre todo, el verano, multiplica sus habitantes por las numerosas rutas senderistas y, sobre todo, por la presencia en su término municipal, del Club Náutico, que lo convierte en un lugar único en bastantes kilómetros a la redonda. El resto del año, el pueblo vive mostrando un pasado glorioso y noble; se trataba de una villa importante, con numerosos palacios y conventos; la orden militar de Calatrava, primero, y los jesuitas, después, dejaron una huella indeleble. La antigua ermita de la Luz es una  de la primeras construcciones que llama nuestra atención, hoy es un cascarón vacío y bastante deteriorado pero aún podemos ver na original construcción para lo que estamos acostumbrados a ver como ermita, un potente prisma de piedra que en sus buenos tiempos debió de causar impresión.
 

 


Caminando un poco, nos encontramos con el Casón de los Condes de Saceda, hoy dedicado a centro cultural y mesón, lamentablemente estaba cerrado por las fiestas patronales, lo que nos impidió tomarnos un café en un lugar de tan rancio abolengo. El paseo continuó entre casonas de familias nobles, algunas seguramente ya desaparecidas; otras, venidas a menos, se han deshecho del solar familiar, que hoy luce como casa rural; otras permanecen cerradas a cal y canto, muriéndose poco a poco y otras, por fin, siguen conservando su antiguo esplendor y función.
Terminamos momentáneamente nuestra ronda por Almonacid de Zorita visitando la Torre de Calatrava, una esbelta construcción donde se manifiestan las dos épocas del pasado de la villa: como parte de los dominios de la Orden de Calatrava y luego como villa de realengo cuando las órdenes militares perdieron todo su poder.

Salimos por una serpenteante carretera que nos llevó hasta este venerable embalse, cuya construcción terminó hace ya más de 100 años. El objeto de la obra era obtener la suficiente energía eléctrica para abastecer a Madrid, dado que hasta ese momento, la electricidad se obtenía de pequeñas centrales térmicas que no daban de sí lo suficiente para una ciudad en constante crecimiento y con también crecientes demandas industriales; así que se decidió ubicar en este lugar un salto que proporcionara la suficiente energía eléctrica para abastecer a la capital sin ningún tipo de restricción.
Lo primero que llama la atención al llegar a las inmediaciones del embalse, es el poblado para los trabajadores, pequeños chalets adosados, construidos con la misma piedra rojiza del lugar, formando una calle que nos lleva hasta los edificios de la compañía explotadora del embalse; al parecer hay más chalets al otro lado del río pero el mal tiempo no nos dejó verlos. Todas las construcciones rezuman el estilo modernista, propio de los primeros años del S XX y que contrasta con las brutales construcciones de hormigón que fueron comunes durante la segunda mitas de dicho siglo.
Cruzamos el Tajo por un hermoso puente de acero y mampostería, a la salida del cual, dejamos el coche en un pequeño aparcamiento; a continuación, volvimos a cruzar el puente, esta vez a pie para acercarnos a los edificios de la compañía, entre los que destaca el Museo Eléctrico, aunque lo que nos llamó la atención fue lo que pudimos ver detrás de éstos: las paredes del acantilado que encierra el río, están llenas de hoquedades que han sido valladas para su utilización como depósito de materiales en desuso; las vallas y cancelas son de madera y están hechas en un estilo y con un cuidado que no deja lugar a dudas de que son contemporáneas de la construcción del embalse.
Existe un camino que conduce hasta el muro de la presa y que decidimos seguir para recorrerla. Como hemos dicho, la presa tiene más de 100 años y así lo recuerda una enorme placa fijada en el muro de contención y que es visible desde la distancia; en ella se dice que el Rey Alfonso XIII, “se dignó” (palabras textuales) a inaugurar las instalaciones en el ya lejano 1910. Una vez arriba, podemos ver que el embalse está construido en la confluencia del Tajo y el Guadiela, un poco más arriba se encuentran respectivamente en cada uno de ellos,  el Pantano de Entrepeñas y el de Buendía.
 

 

 

Cuentan las instalaciones con un pequeño embarcadero cubierto en el que sesteaban un par de barcas con motor fuera-borda. El pantano estaba a rebosar, como es lógico tratándose de una presa hidroeléctrica, las compuertas están pintadas de un llamativo color amarillo y tienen aspecto de haber sido remozadas hace poco.
Si miramos río abajo desde el muro, lo primero que nos llama la atención son los deflectores, unos enormes espolones de hormigón cuya misión es desviar el curso del agua cuando se abren las compuertas y que no arrase la orilla derecha. Seguimos caminando por el dique hasta llegar a unas estrechas escaleras que nos permiten descender hasta la base del muro para llegar hasta unas casas abandonadas pero aún en buen estado, en una de ellas figuraba el inquietante rótulo “Caseta de Descontaminación Nuclear”, lo que nos hizo recordar la cercana presencia de la central nuclear, perteneciente a la misma empresa que la central hidroeléctrica.
 No tuvimos mucho más tiempo porque las nubes comenzaban a soltar de nuevo su carga y, tras unas pocas fotos más, salimos de nuevo de vuelta hacia Almonacid de Zorita, donde hicimos una breve escala para ver, el exterior, nada más, del Convento de la Concepción, un bello edificio del S XVII, hoy día lamentablemente abandonado y cerrado a cal y canto, aunque pudimos ver un poco su polvoriento interior por una de las mirillas de la puerta principal.
 


Nuestro recorrido nos llevó de nuevo a Zorita de los Canes a visitar el castillo, a ver si teníamos más suerte que en el intento anterior, como así fue; la lluvia nos dio un respiro e incluso hubo momentos en los que brillaba el sol así que pudimos realizar la visita con calma y recrearnos en las espectaculares vistas de este castillo que, como todo en la zona, perteneció durante siglos a la orden militar de Calatrava aunque su origen es musulmán, los cuales los usaron como punto avanzado contra los cristianos, como después éstos lo utilizaron contra los primeros; durante siglos montó guardia en una comarca estratégica y cuando, aquel valor estratégico dejó de existir y cuando las órdenes militares dejaron de tener influencia, el castillo comenzó su decadencia y fue deteriorándose poco a poco hasta llegar a lo que es hoy, que da la impresión de estar deshaciéndose poco a poco, como derritiéndose en el tiempo.
 

 

 


Las nubes comenzaban a arracimarse de nuevo, poco a poco y no presagiaban nada bueno así que volvimos al coche para poner rumbo a casa mientras la tormenta volvía a descargar con furia sobre nosotros.









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