Ver Buendía en un mapa más grande
Primer fin de semana de octubre y
aprovechamos que sigue haciendo buen tiempo para hacer una excursión por
tierras de Guadalajara y Cuenca; en concreto vamos al pantano de Buendía, el
gigantesco embalse con ambiciones de mar pero venido a menos por la sequía que
aún nos azota. La idea inicial era ir primero a ver las ruinas de una ciudad
visigoda pero los recortes presupuestarios en Castilla - La Mancha hicieron que
tuviéramos que renunciar a esta visita porque resulta que el recinto está
cerrado hasta la primavera. Así que la excursión se transformó en una caminata
desde las inmediaciones del pantano de Buendía hasta la ermita de La Virgen de
los Desamparados y vuelta para luego ir a comer a las inmediaciones del pueblo
de Buendía y visitar el Bosque de las Caras.
Quedamos tempranito en la puerta
de mi garaje donde Balby me recogió y salimos zumbando hacia la carretera de
Barcelona, no sin despistarnos en alguna de las salidas y es que no es lo mismo
conducir que hacer de Luis Moya, lo de “curva a la derecha, recta, curva a la
izquierda, a rasss…” no lo tengo muy dominado aún; bueno, el caso es que, una vez tomada la A2 hay que seguirla hasta Guadalajara y tomar allí la N320 hasta Sacedón, lugar en el que tomaremos la CM2000 hasta el muro del pantano de Buendía.
Sobre las 10:30 estábamos en el muro del pantano y avanzando por el camino junto al río buscando donde dejar el coche para iniciar nuestra excursión hasta le ermita; al final lo dejamos en una explanadita junto al río y empezamos a caminar por el camino que se adentraba en el desfiladero por el que discurre el Guadiela rumbo al Tajo, la temperatura era agradable y el silencio casi total; algún pájaro, ocasionalmente una ráfaga de viento y poco más; el agua casi transparente, como pocas veces se puede contemplar un río. No nos cruzamos casi con nadie, algún coche y nada más, lo que acentuaba la sensación de estar lejos de cualquier parte; como a mitad de camino nos encontramos con un puente que cruza el río y nos lleva a los puestos de pesca, por lo que recuerdo había muchas carpas y una variedad de trucha americana que se llama black bass (blasblas para los lugareños). El puente originalmente era de fábrica pero alguna riada debió de llevárselo y durante muchos años no era posible cruzar por allí; ahora ha sido reconstruido con una superestructura de madera que le da un cierto aire más poético, sobre todo en el lugar que nos hallamos, los confines de Cuenca y Guadalajara, encajonados en un largo cañón entre sol y sombra, a principios de otoño y lejos de casi cualquier sitio.
Sobre las 10:30 estábamos en el muro del pantano y avanzando por el camino junto al río buscando donde dejar el coche para iniciar nuestra excursión hasta le ermita; al final lo dejamos en una explanadita junto al río y empezamos a caminar por el camino que se adentraba en el desfiladero por el que discurre el Guadiela rumbo al Tajo, la temperatura era agradable y el silencio casi total; algún pájaro, ocasionalmente una ráfaga de viento y poco más; el agua casi transparente, como pocas veces se puede contemplar un río. No nos cruzamos casi con nadie, algún coche y nada más, lo que acentuaba la sensación de estar lejos de cualquier parte; como a mitad de camino nos encontramos con un puente que cruza el río y nos lleva a los puestos de pesca, por lo que recuerdo había muchas carpas y una variedad de trucha americana que se llama black bass (blasblas para los lugareños). El puente originalmente era de fábrica pero alguna riada debió de llevárselo y durante muchos años no era posible cruzar por allí; ahora ha sido reconstruido con una superestructura de madera que le da un cierto aire más poético, sobre todo en el lugar que nos hallamos, los confines de Cuenca y Guadalajara, encajonados en un largo cañón entre sol y sombra, a principios de otoño y lejos de casi cualquier sitio.
¿nadar aquí? no sé yo... |
Tiempo soleado y sonrisa radiante para alegrar la mañana |
Después de un rato allí sacando
unas fotos, disfrutando de aquella soledad acompañada y mirando el paisaje, seguimos caminando, hasta que, tras un repecho
apareció al fondo del camino la ermita, donde los lugareños de Buendía llevan a
la Virgen en primavera a su sitio de veraneo y desde la que la trasladan de
nuevo al pueblo el último fin de semana de septiembre. Había estado allí hace
bastantes años y me sorprendió gratamente por lo muy cuidado y limpio que estaba
todo: estuvimos un rato descansando a la sombra, abundante y acogedora y tomando
algunas fotos, mirando los cangrejos de río, muy numerosos en aquel lugar, tras
lo cual, ascendimos por un camino bastante empinado que lleva a ver una
panorámica del Guadiela y que, siguiéndolo lleva hasta la confluencia de este
río con el Tajo, cosa que no hicimos porque ya el sol daba bastante fuerte y el
camino está bastante desprotegido, así que deshicimos el camino andado y nos
dirigimos hacia el sitio donde dejamos aparcado el coche, donde llegamos cuando
el sol apretaba ya bastante y nos dirigimos hacia Buendía, parando antes en el muro de la presa para verlo de cerca y curiosear por un curioso túnel que nos llevaba al otro lado del muro de la presa; el tunel contaba con habitantes propios de la oscuridad, murciélagos que roncaban plácidamente colgando del techo del tunel.
¿Seguro que hay murciélagos? |
¿Entramos o no? |
Al cabo de un rato nos subimos de nuevo al coche y tras unos unos minutos llegamos a Buendía y donde aprovechamos para tomar algo fresco en
un bar-restaurante del lugar antes de dirigirnos a la segunda parte de nuestra
excursión.
¡Despegamoooos! |
¡Muack! |
Espectaculares vistas |
Tendilla,
Nuestra Señora de la Asunción
|
Balcón sobre el Tajo, disfrutando de la vista y el fresquillo vespertino |
Tras la sesión de fotos en el
mirador, salimos camino de la última parada, el pueblo de Tendilla, donde
tomaríamos un café para quitarnos la modorrilla de media tarde, dimos una
vuelta por el pueblo, típico pueblo de La Alcarria, por el que pasó Camilo José
Cela cuando recorrió aquellas tierras para luego dejar testimonio en su famoso
“Viaje a La Alcarria”. Lo que más nos llamó la atención fue su iglesia,
creíamos que reconstruida parcialmente pero no, lo que sucedió es que nunca se
acabó, iba camino de ser la iglesia más grandiosa de toda La Alcarria y se
quedó a medio camino; eso si, nos recibió con unos alegres toques de campana.
Tomamos café en un bar típico de pueblo, es decir, sólo de hombres, con lo cual
desentonaba el 50% de la expedición… aunque a lo mejor lo que desentonaba era
el bar, y salimos hacia Madrid donde llegamos a media tarde.
¡Ah de la casa! |
Hasta la siguiente.
El Tajo encajonado rumbo a Bolarque |
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